La frase sobre la destrucción de Israel se encuentra en la Biblia, en Ezequiel 5:5-17 y Amós 9:8 y
Ezequiel 5:5-17
Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella. Y ella cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos. Por tanto, así ha dicho Jehová: ¿Por haberos multiplicado más que las naciones que están alrededor de vosotros, no habéis andado en mis mandamientos, ni habéis guardado mis leyes? Ni aun según las leyes de las naciones que están alrededor de vosotros habéis andado…
Ezequiel 5:5-17
Amós 9:8
He aquí los ojos de Jehová el Señor están contra el reino pecador, y yo lo asolaré de la faz de la tierra; mas no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Jehová.
Amós 9:8
¿Cómo se interpreta la destrucción de Israel en la Biblia?
La destrucción de Israel, según se describe en los pasajes de Ezequiel y Amós, puede interpretarse como una demostración profunda del amor y la justicia de Dios, aunque pueda parecer contradictorio a primera vista. En estos textos, vemos cómo Dios, en su inmenso amor y preocupación por su pueblo, establece límites y consecuencias claras para sus acciones. Es como un padre amoroso que disciplina a sus hijos no por deseo de castigar, sino para corregir y guiar hacia el camino correcto.
En Ezequiel 5, se nos muestra que Jerusalén, puesta por Dios en el centro de las naciones, había olvidado su propósito sagrado y se había desviado, siguiendo caminos que no eran los de Dios. Esta acción no solo deshonraba a Dios sino que también afectaba negativamente a su pueblo. La severidad de las consecuencias, descritas de manera tan vívida y a veces perturbadora, subraya la gravedad de apartarse de los caminos de Dios. Sin embargo, detrás de esta severidad yace el deseo profundo de Dios de que su pueblo vuelva a Él, reconociendo su error y restaurando su relación con su Creador.
Amós 9:8 refuerza esta idea al declarar que, aunque el castigo es inminente, la destrucción no será total. Este remanente, esta promesa de no destruir «del todo la casa de Jacob», habla de la misericordia y el amor inagotables de Dios. Incluso en medio del juicio, hay una chispa de esperanza, un camino hacia la restauración y la renovación.
Estos pasajes nos recuerdan la importancia de vivir de acuerdo con los mandamientos y decretos de Dios, no por miedo al castigo, sino como respuesta al amor y al llamado divinos a vivir vidas santas y justas. También nos enseñan que, incluso en los momentos de mayor disciplina, el corazón de Dios está inclinado hacia la redención y la restauración de su pueblo. Es un recordatorio de que, sin importar cuán lejos nos desviemos, la puerta al arrepentimiento y al regreso a Dios siempre está abierta.